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TRASLADADO a http://movimientotransicion.pbworks.com/PreparandonosParaGranImpacto

 
Traducido por Carme y Feidy

 

 

Fuente:  

17 noviembre de 2008
http://women.timesonline.co.uk/tol/life_and_style/women/the_way_we_live/article5158241.ece
 
 

Transición: preparándonos para el gran impacto

El cambio climático se nos echa encima y el petróleo se está agotando. ¿Se están acercando, de verdad, días oscuros para la humanidad? Si así fuera, un ejército creciente de héroes locales está decidido a convertirlo en nuestro mejor momento

 

En Sandpoint, Idaho - lugar de nacimiento de Sarah Palin, aunque ella no lo aprobaría – los residentes han preparado el jardín comunitario para hacer frente a su primer invierno y hay planes en curso para una planta local de biomasa.

  

En Bell, un distrito de Geelong, Victoria, Australia, están construyendo, en otros jardines, hornos de leña para pizzas y han negociado descuentos para comprar al por mayor, para los residentes locales, equipos de energía solar. También han plantado más de 150 árboles con intención de convertirse en "el área de frutales y nogales de Geelong ".

 

Considerados de forma aislada, estos bienintencionados esfuerzos comunitarios son elogiables, aunque todavía resulten insignificantes. Sin embargo Sandpoint y Bell son dos ejemplos de algo mucho mayor: las Iniciativas de Transición, un movimiento surgido hace apenas dos años que proclama tener la respuesta para una vida sostenible en un mundo sin petróleo.

 

En unas 700 ciudades y pueblos de todo el mundo, la Transición está en marcha, y a esta cifra se suman más comunidades cada día. La mayoría de grupos están en la fase de "deliberación" - hablan de Transición para conseguir engranarse a estos movimientos - pero ya hay 114 que lo han anunciado públicamente o que ya han empezado. 

 

Entre los que ya han empezado, 83 se encuentran en el Reino Unido, donde además hay 486 "en deliberación". En Lewes, en East Sussex, acaban de lanzar su propia moneda, la libra de Lewes, en un esfuerzo que pretende conseguir que los ciudadanos rechacen Tesco [cadena de supermercados] y gasten su dinero en los comercios que sean propiamente locales.

 

Todos los 8.500 billetes de 1 Libra, que muestran en el reverso una hermosa imagen del castillo de Lewes, se agotaron en 24 horas. El proyecto se vio un tanto disminuido a partir del momento en que los especuladores colgaron los billetes, para venderlos, en eBay.  

 

En su lanzamiento en Brixton (sur de Londres), la Iniciativa de Transición arrastró a 300 personas al ayuntamiento de Lambeth Town. Con caldo vegetariano como único combustible y debidamente protegidos por sus cascos y chalecos reflectantes, se dirigieron hacia allí a escuchar. "Este es un momento histórico", dijo desde el escenario el coordinador Ben Brangwyn: "Quizás dentro de algunos años la gente se preguntarán los unos a los otros: ¿estuviste allí?" Unas filas de asientos por debajo de mí, una mujer aullaba suavemente en señal de aprobación.

 

Incluso Ambridge, como los oyentes de "The Archers" [un programa de radio muy popular de la BBC] sabrán, ha jugado con la idea de la Transición. Ahora, dicen sus defensores, es la hora de que empecemos a pensar en ella nosotros mismos, porque podría hacer nuestro futuro mucho más confortable.

 

"En todos los aspectos - cada hora que paso despierto - esto ha tomado completamente el control sobre mi vida", dice Rob Hopkins, el inglés que comenzó todo esto y cuyo texto fundamental "El Manual de la Transición" (impreso en Cornualles en papel reciclado, 15.000 copias vendidas desde mayo) está convirtiendo a muchísimos muy rápidamente.

 

Hopkins era un profesor en un "college" en Kinsale, (en el condado de Cork, Irlanda) cuando vio por primera vez el documental "The End of Suburbia" (El Fin de los Suburbios [Barrios Residenciales]), un documental sobre la noción del "peak oil" (cénit del petróleo). Dicho de manera sencilla, mientras que la oferta de petróleo mundial es finita, la demanda de éste crece continuamente y, en un momento todavía indeterminado pero que algunos creen que ya se ha alcanzado, la demanda superará a la oferta. No habrá suficente petróleo para todo, así que tendremos que pagar mucho más por lo que queda, o aprender a subsistir sin él. Como Hopkins dice en su libro: "El cambio climático dice que deberíamos cambiar, el cénit del petróleo dice que nos veremos obligados a cambiar." 

 

Desde que el primer pozo fue perforado por Edwin Deakin hace 159 años en Pensilvania, el petróleo ha revolucionado nuestras vidas. Tu cepillo de dientes está hecho de petróleo, el coche y los vuelos de easyJet se mueven con petróleo y la comida barata de Gran Bretaña y el resto del mundo se reparten desde la granja o la factoría a tu supermercado más próximo. Sin petróleo, se dio cuenta Hopkins, Kinsale tendría que ser un lugar muy diferente. Así que, ayudado por sus alumnos, ideó algo llamado "Plan para el Descenso Energético", una serie de medidas que la ciudad podría implementar para anticiparse al declive del suministro de petróleo. Entonces la ciudad tuvo un "momento eureka" y las adoptó como su política.

 

La clave para que tu ciudad sobreviva o prospere después del cénit del petróleo, mantiene Hopkins, es lo que los "transicionistas" denominan "resiliencia" ["resilience" en inglés, algo parecido a "robustez"] y definen como "la capacidad para funcionar indefinidamente y vivir dentro de sus límites, y su capacidad para prosperar como consecuencia de actuar así".

 

Para llegar a ser "resiliente", un pueblo o una ciudad pequeña o grande, necesita poder sostenerse en sus propios recursos tanto como sea posible: cuanta más comida, energía y otras necesidades puedas producir en tu área, menos dependes de las importaciones. Hopkins define la esencia de la Transición como la idea de que "el futuro con menos petróleo podría ser preferible al presente, pero sólo si se emplea la suficiente creatividad e imaginación en un momento suficientemente temprano en el diseño de dicha transición".

 

También es obstinadamente positivo ante la perspectiva de un Armagedón y muy severo con los que no lo son: "El movimiento ecologista ha sido tremendamente iluso durante 40 años asumiendo que la manera de hacer que la gente cambie es proporcionarles información deprimente y alarmante", dice Hopkins. "Seguir ese enfoque lo único que consigue es crear apatía, o alimentar una sensación de impotencia. En este momento de la Historia lo último que necesita la gente es sentirse impotente".

 

Hopkins se mudó a Devon y, en Septiembre de 2006, inició Transición Totnes, la primera iniciativa de transición del mundo. Desde entonces, los monitores de Transición Totnes Naresh Giangrande y Sophy Banks han impartido su curso de 3 días a más de 400 personas, algunas veces en Totnes pero más a menudo en las ciudades de sus voluntariosos alumnos. Este mes Giangrande irá a EEUU a dar una gira de 4 meses para entrenar aún a más gente y afirma que "No nos sería posible entrenar a todos los que quieren recibir el curso, así que vamos a empezar por formar a los monitores".

 

Pese a su alcance global, el movimiento de la Transición tiene una sede muy modesta: un puñado de habitaciones que amenazan ruina encima de una óptica. A pesar de su reputación, la población de Totnes no consiste únicamente en hippies de clase media. Sí, hay muchos outlets de cristal de roca (oferta de crisis financiera: amatistas a mitad de precio) y una notable profusión de ponchos, "dreadlocks", furgonetas Volkswagen y todo eso. Como estamos en Devon, también abundan los ancianos vestidos de beige, teterías con jugosos pasteles y, cuando llega la noche, jóvenes atruenan de arriba a abajo por la calle comercial en ropa de deporte y coches con el motor trucado. Lou Brown, de Transición Totnes calcula que hay casi 200 personas "realmente involucradas", mientras que los eventos del grupo atraen a muchas más. "Debe haber alguien que no haya oído hablar de nosotros", afirma, "los grupos ecologistas rara vez llegan a todo el mundo".

 

Ciertamente hay mucho tráfico en la ciudad. Hopkins, de 38 años, menciona a un reciente peregrino que llegó, sin previo aviso, desde Alemania: "Dijo que había venido hasta Totnes esperando encontrar un eco-Shangri-La y que estaba horrorizado al ver que aún teníamos coches". Pero aunque la dependencia del motor de combustión interna persiste en Totnes por el momento, la Transición está cambiando las cosas. Entre los primeros éxitos aparece un programa para compartir jardines: aquellos con jardines que no cultivan se asocian con personas sin jardín pero que quieren producir alimentos y ambas partes comparten los productos. La Guía de Alimentos de Totnes es un exhaustivo directorio de productores de alimentos en un radio de 5 millas de la ciudad: compra tu comida de estos productores y estarás minimizando el uso de petróleo. Un programa con un sobrenombre épico, La Gran Re-Capacitación, te enseña a fabricar tu propia pintura, tejer con materiales reciclados, dominar el uso de la escayola y hacer pacas de paja. Y una campaña para plantar nogales (que aparentemente producen de 7 a 11 toneladas de carbohidratos por hectárea) alrededor de la ciudad ha ido bien, aunque los primeros plantones sufrieron vandalismo ("el error fue plantarlos cerca de donde los adolescentes se juntan para emborracharse", afirma Hopkins).

 

La anécdota más conocida de la Transición, la moneda local, surgió cuando Hopkins vio una antigua libra de Totnes enmarcada en una pared: "pensé, ¿qué pasaría si imprimiésemos 300 como esta? La idea consiste en que si compras en las cadenas de tiendas con el dinero habitual, al cerrar esas tiendas el 80% del dinero (según New Economics Foundation) sale de tu ciudad. Si compras en un establecimiento local, esa proporción se invierte, el 80% del dinero se queda en la economía local y sólo un 20% sale fuera. Una moneda que no puede salir físicamente de la ciudad es una herramienta muy poderosa para que eso suceda". Diez mil libras de Totnes están en circulación y unos 70 negocios, desde "Roly's Fudge Pantry" hasta "Stoned Jewellers" anuncian que aceptan la moneda. Lewes ha imitado la iniciativa y hay planes para lanzar el "ladrillo de Brixton".

 

Las primeras iniciativas para elevar la resiliencia de Totnes son fáciles de conseguir. Otras, como programas de compartir coches, requerirán más tiempo: "Si quieres establecer una compañía eléctrica de propiedad y gestión local que se conecte a aerogeneradores situados en las afueras de la ciudad, cuando hayas conseguido la licencia, financiación y creado la empresa habrán pasado probablemente 7 años", afirma Hopkins.

 

La Iniciativa de Transición parece a veces una bienintencionada versión del siglo XXI de "The Good Life" ["La buena vida", una comedia americana de los años 70]. De momento hay más palabras que obras (la mayoría de los grupos de varios países con los que he contactado están todavía en la fase de planificación). Poco a poco, sin embargo, personas más poderosas van tomando nota. El gobierno local del distrito de South Sommerset ha apoyado el movimiento, declarando su intención de convertirse en el primer "distrito en transición" del mundo. Este mes un fondo gubernamental de Escocia para el cambio climático otorgó  184.000 libras a un grupo de Transición en Moray y, sorprendentemente, El Manual de la Transición se situó en la quinta posición (junto a la autobiografía de Barak Obama y lo último de Robert Harris y John Prescott: "My Strory: Pulling No Punches") en una encuesta de Waterstone [una cadena de librerías británica] sobre las lecturas de verano de los diputados del Parlamento británico.

 

El concepto del cénit del petróleo, como el del cambio climático, fue ampliamente despreciado al principio, pero está ganando verosimilitud poco a poco. La semana pasada la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estimó que para compensar el agotamiento de los yacimientos petrolíferos existentes y atender a una proyección del aumento de la demanda mundial desde los 85 millones de barriles al día en 2008 hasta los 106 millones en 2030, el mundo tendría que encontrar el petróleo equivalente a la producción de 10 Arabias Saudíes. NobuoTanaka, director ejecutivo de la AIE, afirmó: "Las tendencias actuales de la oferta de energía y su consumo son evidentemente insostenibles medioambiental, económica y socialmente. Estas tendencias pueden y deben ser alteradas". Parece una línea extraída del Manual de la Transición.

 

Entre 1939 y 1944, las importaciones de alimentos del Reino Unido se redujeron a la mitad y la nación respondió doblando la producción doméstica de alimentos. El cénit del petróleo no concentra el imaginario popular de la misma forma que lo hizo Hitler, pero al menos los transicionistas estarán preparados cuando, como predicen, ocurra una crisis energética. 

 

En Hervey Bay, en Queensland, Australia, la gente ha empezado a prepararse en Junio. Su dieta baja en carbono ha comenzado, se han reunido con Anna Bligh, la "premier" del Estado, y están estudiando un informe del gobierno de Queensland titulado "Hacia la resiliencia del petróleo". Se van a plantar árboles "Bush Tucker" [nombre genérico que se da a las plantas que utilizan los aborígenes para subsistir en la naturaleza] alrededor de la ciudad. Maggie Johns, una transicionista de Hervey Bay, me envió por correo electrónico este comentario: "Antes, todo parecía inútil. ¿Para qué podía servir cambiar unas pocas bombillas? ¡Por el amor de Dios, hay barreras de hielo resquebrajándose! Pero cuando sabes que más y más ciudades se están uniendo en internet al movimiento de transición y cada una de ellas tiene un ejército de dedicados voluntarios, parece mucho más factible."

 

 


 

versión original:

 

Buen artículo, colgado 20 nov 08

 

From
November 17, 2008
http://women.timesonline.co.uk/tol/life_and_style/women/the_way_we_live/article5158241.ece
 
 

Transition: gearing up for the great power-down

Climate change is upon us and the oil is running out. Is mankind's darkest hour really approaching? If so, a growing army of local heroes is determined to turn it into our finest

In Sandpoint, Idaho - birthplace of Sarah Palin, who really wouldn't approve - residents have prepared the community garden for its first winter and plans are under way for a local biomass-fired power plant.

In Bell, a district of Geelong, Victoria, Australia, they are making wood-fired pizza ovens in each other's gardens and have negotiated bulk-buy discounts on solar power equipment for local residents. They have also planted more than 150 trees in a push to become the “fruit and nut tree area of Geelong”.

 

Viewed in isolation, these well-intentioned community efforts are laudable, yet insignificant. But Sandpoint and Bell are two examples of something much bigger - the Transition Initiative, a movement barely two years old that claims to have the answer to sustainable living in a world without oil.

 

 

 

In some 700 towns, villages and cities worldwide, Transition is under way, and more communities are signing up every day. Most of the groups are “mulling” - Transition-speak for gearing themselves up - but 114 have launched publically, or “unleashed”.

 

 

Of those, 83 are in the UK, as are a further 486 “mullers”. One, Lewes in East Sussex, has just launched its own currency, the Lewes pound, in an effort to encourage townsfolk to reject Tesco and spend their money at purely local shops.

All the 8,500 £1 notes - bearing a handsome picture of Lewes castle on the back - were snapped up in 24 hours. The project was only slightly undermined when notes were put up for sale on eBay by currency speculators.

 

 

 

At the unleashing in Brixton, South London, last month, the Transition Initiative drew about 300 people to Lambeth Town Hall. Fuelled by organic vegan stew (made from Brixton-grown ingredients), reflective jackets tucked safely into their bicycle helmets, they settled down to listen. “This is a historic moment,” said the co-ordinator, Ben Brangwyn, from the stage: “Perhaps in a few years people will ask each other ‘were you there?'” A few seats down from me, a woman gently ululated her accord.

Even Ambridge, as listeners to The Archers will know, has toyed with Transition. Now, say its supporters, is the time to start thinking about it yourself, because it could make your future much more comfortable.

 

 

 

“In all respects - every waking hour - this has completely taken over my life,” says Rob Hopkins, the Englishman who started all this and whose central text, The Transition Handbook (printed in Cornwall on recycled paper, some 15,000 copies sold since May) is converting so many, so quickly.

Hopkins was a lecturer at a college in Kinsale, Co Cork, when he first saw The End of Suburbia, a documentary about the notion of “peak oil”. Put simply, the idea is that, while the world's supply of oil is finite, our demand for it is growing all the time, and at some as-yet-undetermined point - which some people believe has already been reached - demand will overtake supply. There won't be enough oil to go round, so we will either have to pay a lot more for what remains, or learn to get along without it. As Hopkins says in his handbook: “Climate change says we should change, whereas peak oil says we will be forced to change.”

 

 

 

Since it was first drilled by Edwin Deakin 159 years ago in Pennsylvania, oil has revolutionised our lives. Your toothbrush is made of oil, your car and easyJet flights run on it, and it is thanks to oil that cheap food from Britain and the rest of the world is delivered from farm and factory to your nearest supermarket.

Without oil, Hopkins realised, Kinsale would have to become a very different place. So, helped by his students, he worked out something called an Energy Descent Plan: a series of measures that the town could implement to anticipate declining oil supplies. Then the town council had a eureka moment and adopted them as policy.

The key to whether your town survives or thrives after peak oil, Hopkins maintains, is what Transitioners term “resilience”, defined as “its ability to function indefinitely and to live within its limits, and able to thrive for having done so”.

 

 

 

 

To become resilient, a village, town or city needs to be able to depend on its own resources to as great an extent as possible: the more food, power, and other necessities you can produce in your area, the less you rely on imports.

Hopkins defines the essence of Transition as the idea that “the future with less oil could be preferable to the present - but only if sufficient creativity and imagination are applied early enough in the design of this transition”.

 

 

 

He is determinedly upbeat in the face of Armageddon, and scathing about those who are not. “The environmental movement has been enormously naive for 40 years in assuming that the way you make people change is to give them depressing, distressing information,” he says. “Take that approach and all it does is to breed apathy, or it feeds a sense of powerlessness. At this time in history the last thing you need is people feeling powerless.”

Hopkins moved to Devon and, in September 2006, started Transition Town Totnes - the world's first Transition Initiative. Since then, the Totnes Transition trainers, Naresh Giangrande and Sophy Banks, have given their three-day course to more than 400 people - sometimes in Totnes but more often in the towns where their willing pupils live. This month Giangrande is off on a four-month US tour to train still more people. “We couldn't possibly train everyone who wants to be trained,” he says, “so we are starting to train other trainers.”

 

 

 

For all its global reach, the Transition movement has only modest enough premises: a rickety set of rooms above an optician's shop. Despite its reputation, Totnes is not populated entirely by middle-class hippies. Yes, there are plenty of crystal outlets (credit crunch deal: half-price amethysts) and a notable smattering of ponchos, dreadlocks, VW camper vans and the rest. This being Devon, there are also plenty of elderly inhabitants in beige, tearooms laden with moist cake and, when night falls, teenagers boom up and down the high street in sportswear and souped-up hatchbacks. Lou Brown of Transition Town Totnes reckons that there are about 200 people there “really quite involved”, while the group's events attract many more. “There's bound to be some people here who've never heard of us, though,” he says. “Environmental groups rarely get to everybody.”

 

 

 

Certainly the town is full of traffic. Hopkins, 38, mentions a recent pilgrim who turned up, unannounced, from Germany: “He said that he'd come all the way to Totnes expecting to find an eco-Shangri-La and was horrified that we still had cars.”

Yet if reliance on the internal combustion engine persists in Totnes for now, Transition is slowly changing things. Early successes include a garden-share scheme - those with gardens but who don't tend them are partnered with people who are garden-less but want to grow food, and both parties share the proceeds. The Totnes Food Guide is a comprehensive directory of food producers within five miles of the town: buy groceries from them and you are using minimal oil. A scheme with an epic sobriquet, The Great Re-Skilling will teach you how to make your own paint, knit with recycled materials, master clay plastering and build straw bales. And a drive to plant walnut trees - which apparently yield 7 to 11 tonnes of carbohydrate per hectare - around the town has gone well, even though the first saplings were vandalised (“the mistake was to plant them near where teenagers hang around and get drunk,” says Hopkins).

 

 

 

 

Transition's widest-known wheeze, local currency, came about when Hopkins saw an old Totnes pound framed on somebody's wall: “I thought, what would happen if we printed 300 of these? The idea is that if you shop in mainstream shops with mainstream money, when those shops close at the end of each day 80 per cent of your money - according to the New Economic Foundation - leaves your town. If you shop at local businesses, that proportion is reversed: 80 per cent stays in the local economy and only 20 per cent goes. A currency that cannot physically leave is a powerful tool to make that happen.”

Ten thousand Totnes pounds are in circulation and some 70 businesses, from Roly's Fudge Pantry to Stoned Jewellers, display the sticker signifying that they accept it. Lewes emulated it, and there are plans under way for the “Brixton brick”.

 

 

 

These initial schemes to raise the resilience of Totnes are comparatively easy to achieve. Others, such as car-sharing schemes, will take longer: “If you want to set up a locally owned and managed energy company which hooks up to wind turbines on the edge of town, well, by the time you get funding, planning permission and set up the company, that's seven years, probably,” says Hopkins.

The Transition Initiative sometimes appears like a well-intentioned, 21st-century version of The Good Life. As yet there is more talk than action - most of the groups in various countries that I contacted were still firmly at the planning stage. Slowly, though, people with more power are taking note. South Somerset District Council has come out in support of the movement, declaring its intention to become the world's first “Transition district”. This month a government climate-change fund in Scotland granted £184, 000 to a Transition group in Moray - and, surprisingly, The Transition Handbook popped up in joint fifth place, along with Barack Obama's autobiography, the new Robert Harris and John Prescott's My Story: Pulling No Punches, in a Waterstone's survey of MPs' summer holiday reads.

 

 

 

The concept of peak oil, like that of climate change, was widely pooh-poohed at first but is slowly gaining credence. Last week the International Energy Agency (IEA) estimated that to compensate for the depletion of existing oilfields and meet a projected rise in world demand from 85 million barrels a day in 2008 to 106 million in 2030, the world will have to find new production equal to the output of ten Saudi Arabias. Nobuo Tanaka, executive director of the IEA, said: “Current trends in energy supply and consumption are patently unsustainable environmentally, economically and socially. They can and must be altered.” Which reads like a line from The Transition Handbook.

Between 1939 and 1944, food imports to Britain halved - and the nation responded, nearly doubling domestic food production. Peak oil does not concentrate the popular imagination in quite the same way as Hitler did, but at least the Transitioners will be prepared when, as they predict, an energy crisis occurs.

 

 

 

 

In Hervey Bay, Queensland, Australia, people started readying themselves in June. Their two-year low-carbon diet is under way, they have met state Anna Bligh, the state premier, and are consulting on a Queensland Government report entitled Towards Oil Resilience. Bush tucker trees are to be planted around the city.

Maggie Johns, a Hervey Bay Transitioner, signed off her e-mail to me thus: “Before, it all seemed so futile. What was the good in changing a few light bulbs? There are ice-shelves breaking off, for goodness sake! But when you know that more and more towns are coming online with Transition, and each has an army of dedicated volunteers, it seems much more do-able.”